Hasta el siglo XVIII las prendas de vestir por lo general eran lisas, oscuras, negras, tristes. Los pobres, la mayoría del pueblo, no se podían permitir sedas y bordados más elaborados, solo los ricos se salían de vez en cuando de lo común para darle un toque más vivo y animado a sus ropajes. Aún así, los métodos de que disponían para decorar los tejidos, además de encarecer mucho el producto, los hacían rígidos y pesados.

Pero hacia el primer tercio de ese mismo siglo se dio una auténtica revolución textil. Empezaron a llegar de las Indias tejidos de algodón estampados en colores vivos y dibujos exóticos, ligeros y cómodos, alegres y variados. Las nuevas telas fascinaban a todos, su precio era más asequible y se empezaron a emplear tanto para el vestir como para la decoración de los hogares y lugares públicos.

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Fotograma de “María Antonieta” de Sofia Coppola (2006)

La Casa de la Seda de Barcelona es un buen ejemplo de ello. Prácticamente la totalidad de sus paredes están forradas de seda y decoradas con preciosos motivos indianos.

Las indianas se imponían y la moda, tal y como la entendemos hoy en día, empezaba a apoderarse de los gustos de la población, sobre todo de las mujeres quienes se maravillaban de tener un armario algo más variado. María Antonieta, coqueta como pocas, fue una gran seguidora de las indianas.

Pero al principio, en Francia se empezaron a aplicar medidas proteccionistas pues veían en las indianas una amenaza para las industrias textiles nacionales. Se llegó incluso a perseguir a todo aquel que se atreviera no solo a producir sino también a lucir en la calle dichas prendas. Y cuanto más se prohibía más crecía su demanda y su precio en el mercado negro.

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Vestido a la “francesa” en algodón estampado

En España, por el contrario, se aprovechó el tirón y se importaban las telas para luego estamparlas en las fábricas locales. La manufactura de las indianas se empezó a establecer en un único lugar, con trabajadores especializados para cada una de las fases de su elaboración, principalmente, mujeres y niños. Muchos historiadores coinciden en que la introducción de las fábricas de indianas asentaron las bases de la revolución industrial en España; eran los principios de la manufactura capitalista.

La primera fábrica de indianas fue en Barcelona y poco a poco fueron emergiendo otras hasta convertir a España en uno de los principales países exportadores hacia las Américas.

La demanda de las indianas crecía cada vez más y su popularidad llegó a todos los estamentos de la sociedad por igual. Los pobres podían imitar los modelos de las lujosas y preciadas sedas de la aristocracia y los ricos, renovar el modelo decorativo habitualmente y ser así un referente de la moda dominando las tendencias y alejándose de las clases sociales inferiores.